Intermedio

 

«La sangre es un reloj de arena, féretros flotantes los vientos»

 

Es la música del siglo. Dondequiera que estéis, en el Lugar veréis su rostro.

Si tuvieras la suerte de ver el Lugar, sería recomendable que te inclinaras, elevaras
solemnemente las palmas de las manos en ese gesto que te distingue.  Frota la puerta
con tu rostro, es más saludable que beses primero el umbral. Acógelo en tu pecho,
refiérete a él con alabanzas.  Camines como camines, conviene que tus pasos sean
consecutivos y evites los saltos, mejor, los pasos rápidos del peregrino. Y cúbrete,
El Lugar, dondequiera que te dirijas, es lugar de inmolación. Tienes que sacar provecho del aire o del polvo o de éste que aparece ahora ante nosotros. Mira cómo
recoge guijarros para saludar al Lugar,  no cualquier guijarro, sino los alargados y
terminados en punta los arroja a diestra y siniestra, ante él y a sus espaldas
Con cada piedra que lanza, da gracias a los cielos   alaba a los ángeles, puede
arrojarlos a pie o a caballo. Sentado
o erguido
encargado del lanzamiento
antes de la salida del sol
ya entrada la noche
y un poco antes del ocaso.
Es la música del siglo.

Hemos prestado mucha atención a los sermones que instruyen sobre la inmolación por
degüello   —no se degüella sino lo mejor, siguiendo el ejemplo del carnero con el que
se redimió a Ismael. El degüello es un acto de devoción   y la sangre sirve
para escribir la historia con reflexión y discernimiento—    Hemos dicho: la historia es
un torrente que baja por este espacio en barbecho; hemos preferido la posibilidad de
describir sus cualidades, es decir, sus salsas o condimentos   agua avinagrada
o zumo líquido . A veces introducimos correcciones, cambia la descripción
del torrente, como si lo que estuviera disuelto en el agua fuera parte del agua misma
entonces podemos decir: el Lugar es un torrente salobre.

No, solamente esbozabas tu escritura, Imrul-Cáis, porque a continuación la borrabas, decía tu amigo Al-Mutanabbi, cuyo nombre no llegaste a conocer y que ahora está rodeado de figuras de arcos, a semejanza de un ángel que alzara las manos para bendecir a las tropas
entre la música del siglo
y les ofreciera las legumbres del alma al ritmo de moharras y yelmos que, rematados por el halo de la inspiración, se sientan en torno a las mesas
dócilmente, dócilmente
El cielo desciende y se sienta también   a meditar sobre cómo se asilvestra
la vegetación humana   cómo salen fuera los animales que estaban echados
en las vísceras de las palabras    cómo halla el crimen su camino hacia el Lugar donde

Dios contempló su imagen y dijo: Está bien hecho. Y entonces el cielo se inclina
hacia unos labios en forma de bandadas de hombres o aves que salmodian el sermón de
los tiempos. No advertiste que estabas inquieto por esa soberbia (mientras nosotros,
ahora, conversamos con Al-Mutanabbi). Hemos dicho que el cielo desciende y se sienta también, puedes acompañarlo hasta donde quieras (mientras nosotros, ahora,
conversamos con una conciencia ausente) para observar cómo baila y canta, no digas
que te parece amanerado   di más bien que es un experto en la música del siglo.

He aquí una cabeza
que baja de sus hombros
y comienza a emitir profecías:
Un tejido esponjoso de cabezas y extremidades absorbe otras cabezas y extremidades
un instrumento fija el alma a unas tapaderas que la cubren, por miedo a los demonios
otro lugar crece en este Lugar   de sus entrañas sale la infancia del crimen   y de
este modo, lo que haya de ser será   amén.

Es la música del siglo
Adoptas el vacío como hogar y así culminas la caída   Quizá se abran grietas
en la tierra por donde la sangre fluya copiosa   puede que haya paredones
que se traguen a los hombres   hombres que piden limosna al polvo   y tal vez
acudan como cadáveres de las gargantas a las palabras   Sólo tendrás el privilegio de
vivir por casualidad
entre la muerte y la muerte
¿No vas a decirnos, entonces, a cada uno de nosotros qué hacer cuando mueras?
¿Abusar de las menciones acerca de la destrucción de la felicidad? ¿resignarse y meditar
sobre la consumación de la vida? ¿marchar delante o detrás de tu féretro? ¿escoltarlo con antorchas o lámparas? ¿alzar la voz? ¿cavar la fosa a la altura del pecho? ¿dónde te colocamos la cabeza? ¿a qué distancia del suelo levantamos el túmulo? ¿a un palmo o a un jeme? ¿lo regamos con agua? ¿lo construimos de fábrica, esculpimos bajorrelieves, lo enlucimos de yeso? ¿nos sentamos encima, nos reclinamos o caminamos sobre él?
Y antes de todo esto, ¿llevamos las andas corriendo o de cualquier otro modo?

Luego confiaremos en la profecía:

1. El hombre va camino de convertirse en papagayo.
2. Nacerá otra especie entre las criaturas de Dios.
3. La sangre es un reloj de arena, féretros flotantes los vientos.
Es la música del siglo.

Adonis

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